"La literatura es una extraña máquina que traga, que absorbe todos los placeres, todos los acontecimientos de la vida. Los
escritores son vampiros."

Georges Bernand Shaw


Un Paranoico es el que se hace una mínima idea de lo que se está cociendo.
Que hablen mal de ti es terrible. Pero es peor que no lo hagan en absoluto.

Oscar Wilde


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2 de julio de 2011

El abrazo de Salmacis

En general, se da el nombre de hermafroditos a todos los seres que tienen doble naturaleza, masculina y femenina. De modo particular, los mitógrafos conocen con este nombre a un hijo de Afrodita y Hermes, del cual contaban la siguiente leyenda:

Hermafrodito, cuyo nombre recordaba a la vez los de su madre y su padre, había sido criado por las ninfas en los bosques del Ida de Frigia. Estaba dotado de gran belleza, y a los quince años se lanzó a correr mundo y viajó por el Asia Menor. Encontrándose en Caria llegó un día a los márgenes de un lago de maravillosa hermosura. La ninfa de este lago, llamada Salmacis, se enamoró de él al momento, pero al declararle su amor, él la rechazó.
La ninfa, entonces, aparentó resignarse y se ocultó, mientras el joven, seducido por la limpidez del agua, se quitaba el vestido y se zambullía en el lago. Cuando Salmacis lo vio en sus dominios y a su merced, fue hacia él, y lo estrechó en tanto que Hermafrodito se esforzaba inútilmente por soltarse. Ella dirigió una plegaria a los dioses pidiéndoles que jamás pudiesen separarse sus dos cuerpos. Los dioses la escucharon, y los unieron en un nuevo ser, dotado de doble naturaleza. Por su parte, Hermafrodito obtuvo del cielo que quienquiera que se bañase en las aguas del lago Salmacis, perdiese su virilidad. En tiempos del Estrabón se creía aún que el lago poseía esta propiedad.
Con mucha frecuencia, por lo menos en los monumentos figurados, Hermafrodito aparece representado entre los compañeros de Dionisio.
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Escultura de Hermafrodito en el museo del Louvre de París.

Hilando vidas


Las Moiras son las personificación del destino de cada cual, de la suerte que le corresponde en este mundo. En principio, todo el mundo tiene su Moira, que significa su parte (de vida, de felicidad, de desgracia, etc.).
Luego, esta abstracción se convirtió muy pronto en una divinidad, tendiendo a parecerse a Ceres, aunque sin llegar nunca a ser un demonio violento y sanguinario como ella. Impersonal, la Moira es inflexible como el destino; encarna una ley que ni los mismos dioses pueden transgredir sin poner en peligro el orden del universo.
La Moira es la que impide a tal o cual dios acudir en socorro de un héroe determinado en el campo de batalla cuando ha llegado su “hora”.
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Poco a poco parece haberse desarrollado la idea de una Moira universal que domina el destino de todos los humanos, y, sobre todo, después de la epopeya homérica, la idea de tres Moiras (Parcas), Cloto, Láquesis  y  Átropo que, para cada mortal, regulaban la duración de la vida desde el nacimiento hasta la muerte, con ayuda de un hilo que la primera hilaba, la segunda enrollaba y la tercera cortaba cuando la correspondiente existencia llegaba a su término.
Estas tres hilanderas son hijas de Zeus y de Temis, y hermanas de las Horas, divinidades de las Estaciones y que en una época más tardía llegaron a personificar las Horas del día. Según otra genealogía, eran hijas de la Noche, como las Ceres, y, por consiguiente, pertenecían a la primera generación divina, la de las fuerzas elementales del mundo.
Tienden a veces a formar un grupo con Ilitía, divinidad, como ellas, del nacimiento. Asimismo se encuentran citadas junto a Tique (la Suerte), que encarna una noción afín.
Las Moiras no poseen leyenda propiamente dicha. Apenas son más que el símbolo de una concepción del mundo, mitad filosófica, mitad religiosa.
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Las Parcas

En Roma, las Parcas son las divinidades del Destino, identificadas con las Moiras griegas, de las cuales se han asimilado casi todos los atributos. Al principio, parece que las Parcas fueron, en la religión romana, demonios del nacimiento. Pero este carácter primitivo despareció muy pronto ante la atracción de las Moiras. Se las representa como hilanderas que limitan a su antojo la vida de los hombres.
Como las Moiras, son también tres hermanas: una preside el nacimiento; otra, el matrimonio, y la tercera, la muerte.
En el Foro, las tres Parcas estaban representadas por tres estatuas, llamadas corrientemente las Tres Hadas (tria Fata, los tres “destinos”), y sus nombres eran Nona, Décima y Morta.
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Representación de Las Parcas
Equivalencias:
  • Cloto (equivalente a la romana Nona): lleva un ovillo de lana en una rueca e hila el destino de los hombres.
  • Láquesis (equivalente a la romana Décima): devana el hilo en un huso, eligiendo la longitud del hilo, y dirige el curso de la vida.
  • Átropos (equivalente a la romana Morta): corta el hilo de la vida con sus tijeras terminando con la vida y eligiendo la forma de la muerte.

Aracné

Aracné era la hija de Idmón de Colofón, un tintorero famoso por teñir la lana de púrpura de Tiro. Era famosa en Hipepa (Lidia), donde tenía su taller, por su gran habilidad para el tejido y el bordado.
Las alabanzas que recibía se le terminaron subiendo a la cabeza y terminó tan engreída de su presteza como tejedora que empezó a afirmar que sus habilidades eran superiores a las de Minerva,  la diosa de la sabiduría y la guerra además de la artesanía. La diosa se enfadó, pero dio a Aracné una oportunidad de redimirse. Adoptando la forma de una anciana, advirtió a Aracné que no ofendiera a los dioses. La joven se burló y deseó un concurso de tejido, donde pudiera demostrar su superioridad. Minerva se quitó el disfraz y el concurso comenzó.
Minerva tejió la escena de su victoria sobre Neptuno, que inspiró a los ciudadanos de Atenas a bautizar la ciudad en su honor. Según el relato latino de Ovidio, el tapiz de Aracné representaba veintidós episodios de infidelidades de los dioses, disfrazados de animales: Júpiter siendo infiel con Leda, con Europa, con Dánae, etcétera.
Incluso Minerva admitió que la obra de Aracné era perfecta, pero se enfadó tanto por la irrespetuosa elección del motivo. Perdiendo finalmente los estribos, destruyó el tapiz y el telar de Aracne, golpeándolos con su lanzadera, y también a la joven en la cabeza. Aracné advirtió su insensatez y quedó embargada por la vergüenza. Huyó y se ahorcó.
En el relato de Ovidio, Minerva se apiadó de Aracné. Rociándola con jugo de acónito, aflojó la soja, que se convirtió en una telaraña, transformándose la propia Aracné en una araña. La historia sugiere que el origen del arte de tejer es una imitación de las arañas y que se consideraba que fue perfeccionado primero en Asia Menor.
El relato de Ovidio de la metamorfosis de Aracné proveyó material para un episodio de la sátira heroica de Edmund Spenser Muiopotmos. La adaptación de Spenser, que «reinterpreta la historia ovidiana en términos del mundo isabelino»,  está diseñada para proporcionar una explicación racional al odio del descendiente de Aracné Aragnoll hacia el héroe-mariposa Clarion.
La historia de Aracné inspiró uno de los cuadros más interesantes de Velázquez: La fábula de Aracné, popularmente conocido como Las hilanderas, en las que el pintor representa dos de los momentos importantes del mito. Al frente, el concurso de Aracné y la diosa (las tejedoras joven y vieja), y al fondo un Rapto de Europa que es un copia de la versión de Tiziano (o quizá de la copia de ésta hecha por Rubens). Frente a éste aparece Atenea en el momento en que castiga a Aracné. Se transforma el mito en una reflexión sobre la creación y la imitación, el dios y el hombre, el maestro y el pupilo (y así sobre la naturaleza del arte).

Ilustración de Gustav Doré (1861)

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